Semblanza de:
RAYMUNDO CÁRDENAS HERNÁNDEZ
El 3 de febrero de 1950, en Colonia Felipe Ángeles, antes Cerro Prieto, municipio de Villanueva, Zacatecas, nació el quinto hijo de don J. Cruz Cárdenas García, un antiguo trabajador migratorio que de regreso en su tierra se hizo comerciante, y su señora esposa, doña Esperanza Hernández Muro, naturales de Monte de los García, y los Rodarte, municipio de Jerez.
Al nacer Raymundo, eran los días de aparente calma de la revolución institucionalizada, en los que un sonriente y corrupto Miguel Alemán gobernaba el país, y el cacique Leobardo Reynoso hacía lo propio en el estado. Tras los escaparates de dinámica modernidad de aquel régimen bullía, sin embargo, un larvado descontento, que emergía aquí y allá en las huelgas de los mineros de Coahuila; en la agrupación de los viejos revolucionarios aún actuantes en torno del general Henríquez Guzmán; o la súbita irrupción de la revista Presente, al que el gobierno respondía con los métodos consabidos de cooptación y represión.
En el ámbito estatal, aunque menos feroz que el de su sagrado compadre de San Luis Potosí, el tristemente célebre Alazán Tostado, Gonzalo N. Santos, no dejaba el Reynosismo de infligir a la población una cotidiana cuota de agravios, que si bien desarticuladamente se expresaban ora en la candidatura independiente de un viejo general Contreras; ora en la súbita irrupción de una Coalición Nacional Revolucionaria, y en un sin fin de incidentes menores.
Fue por lo anterior que hubo don Cruz, tras varios meses en la cárcel por simpatizar con dicha coalición, de mudarse con su familia a la capital del Estado, donde era menos vulnerable a los amagos del siniestro Chema Corvera, jefe de las temibles “comisiones” de la policía judicial.
Ya en Zacatecas ingresará Raymundo al Colegio Sebastián Cabot, de las monjas del Sagrado Corazón, donde terminará la instrucción primaria con todos los honores, por lo que su primer impulso, luego de más de un lustro de adoctrinamiento, fue ingresar al seminario; un alarmado don Cruz, sin embargo, disuadiría a Raymundo de iniciar el camino de la santidad inducida.
Con un lejano fondo musical de los Beatles y los Rolling Stones, entre las aulas ruinosas del edificio principal del Instituto de Ciencias Autónomo de Zacatecas, y el viejo patio habilitado como cancha cursaría el joven Cárdenas la secundaria y la preparatoria, antes de ingresar a la Escuela de Ciencias Químicas.
Eran los días de celebración permanente del “milagro mexicano”, en que el presidente Díaz Ordaz y su implacable secretario de gobernación, Luis Echeverría, imponían por el terror, y donde ponían el ojo ponían “judas”, “madrinas”, granaderos y demás fauna homicida; modus operandi que, como es sabido, culminaría el 2 de octubre de 1968.
En un Instituto de Ciencias (ICAZ) que por la sola voluntad de un gobernador devendría Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ), donde la resonancia de una planetaria rebelión estudiantil, con trágico saldo en México, no llegará sino a través de oficialistas ideólogos televisivos, no sería de extrañar que entre las canchas y las aulas, el estudiante destacado y seleccionado estatal de básquetbol, como la mayoría de sus compañeros, más allá del desaire a una invitación de ingreso al Partido Revolucionario Institucional, no diera mayores muestras de disidencia.
Con una vaga identidad anti-priísta participaría en la política estudiantil, más que a favor del “Picorro” de la Torre, candidato a la presidencia de la Federación de Estudiantes Universitarios de Zacatecas (FEUZ), en contra de Eduardo Rodríguez Acevedo, hijo de quien era percibido como el sucesor de Reynoso en el cacicazgo regional, el ya ex-gobernador José Rodríguez Elías, y en esa calidad seria presidente de la Sociedad de Alumnos de la Escuela de Ciencias Químicas, de la Universidad Autónoma de Zacatecas.
En el ínter, con la irrupción del movimiento estudiantil del 68 y sus derivados, el viejo modelo educativo del Instituto de Ciencias moriría de muerte natural, y hete ahí “cardenitas” como le decían sus amigos, formando parte del movimiento de Reforma Universitaria, en 1972, auspiciado por el rector Magdaleno Varela Luján.
No sería sin embargo hasta ser estudiante de posgrado en la Universidad Nacional Autónoma de México, que entraría el recién graduado en contacto con la izquierda universitaria, primero, y el Partido Comunista Mexicano, inmediatamente después.
Efectivamente, habiendo el becario provinciano ido a parar a un ambiente de intensa discusión política entre heterodoxa y disidente, como era aquel campus de la UNAM, su regreso al alma mater fue en calidad de docente, pero también en la de militante del PC, además de deportista destacado, y en esa calidad fundó el departamento de promoción deportiva de la UAZ y llevó a la selección de Basquetbol de Zacatecas al campeonato nacional.
En esas condiciones tornaría a Zacatecas el camarada Raymundo, con la encomienda de promover la sindicalización de los trabajadores de la universidad. Otros actores políticos harían mientras tanto lo propio y, para bien o para mal, tendría el compañero (para los profanos) que contemporizar con los mismos. Por buenas y malas razones la sola mención del PC suscitaba recelos aun dentro de la izquierda, y ya no digamos fuera de ella, por lo que hubo, el nuevo camarada, de mantener su militancia en la discreción.
Resultaría su inserción de lo más oportuna, ya que uno de los saldos del 68 fue la súbita y heterodoxa politización de instituciones como la Universidad Autónoma de Zacatecas, donde los elementos del viejo orden se encontraban a la defensiva, o bien trataban de adaptarse a la nueva situación.
No por oportuna sería la labor menos ingrata, pues había no solo que lidiar con profesores correcta y sobre todo incorrectamente auto-considerados “catedráticos” y, por ende, parte de una aristocracia espiritual en absoluto sindicalizable, sino con diversos elementos de supuesta o real izquierda, que aunque de manera menos decidida y articulada, con sectarismo similar, desarrollaban un trabajo paralelo.
Pronto, sin embargo, los elementos del Frente Popular, atendiendo una velada convocatoria del gobierno de Echeverría, en efímera alianza con el Partido Comunista se sumarían a la política de reparto agrario del régimen, despejando así el camino del Compañero Raymundo, quien en breve conseguiría atraer a su proyecto a un número de maestros del FPZ suficiente para firmar, con el rector Díaz Casas, un contrato colectivo de trabajo, siendo él mismo el primer secretario general.
Este logro indiscutible sería empero en lo inmediato desvirtuado, pues actuaría como catalizador entre el elemento reaccionario, que actuando en sintonía con sus pares del Cono Sur pasaría a la ofensiva mediante un golpe de fuerza que, el 10 de Enero de 1977, intentaba deponer al rector y expulsar a los más connotados dirigentes universitarios, ya que de acuerdo con su análisis del momento histórico, basado en la llamada Ley del Péndulo, el régimen de Echeverría había sido de izquierda, y por lo tanto el recién llegado, de López Portillo, sería forzosamente de derecha, lo que lo hacía, según ese análisis, un aliado formidable de su propia causa.
No resultarían, sin embargo, los criterios abrevados en la revista Impacto, que era el órgano teórico de la llamada Alianza Universitaria, tan del todo afortunados, ya que para el gobierno de López Portillo, que pretendía mediante una reforma política robustecer su exigua legitimidad, resultaría aquel intento golpista, sumamente inoportuno.
Las cosas así, a partir de los primeros días de enero del 77 encontramos al flamante Secretario General del SPAUAZ organizando marchas, plantones y mítines; acudiendo a negociaciones a la Secretaria de Gobernación en la ciudad de México; asistiendo a innumerables e interminables reuniones, etcétera, hasta que luego de cinco meses de activa resistencia consiguieran, las fuerzas aglutinadas en torno a Díaz Casas, reinstalar a éste en la Rectoría.
A directa consecuencia de la intentona golpista contra el rector pasaría Raymundo de la secretaria general del sindicato a la dirección de la escuela de ciencias químicas, a la que sometió a un proceso refundacional basado en la formación de profesores de calidad; casi al mismo tiempo, los dirigentes históricos del comunismo zacatecano, Chon Castro y Emilio Alcalá, deciden promoverlo como dirigente estatal del Partido Comunista Mexicano.
Eran los días en que producto de la reforma política concebida por el secretario de gobernación, Jesús Reyes Heroles, se promulgaba La Ley de Organizaciones y Procedimientos Políticos y Electorales, que tornaba menos imposible el registro de partidos y su participación en elecciones, y a cuya convocatoria, no sin un intenso debate, había el PCM decidido acudir.
Y comienza ahí para Raymundo, como para el resto del no excesivo número de cuadros del PC, la abnegada ronda de las candidaturas y campañas testimoniales. Eran candidaturas asumidas con la conciencia clara de que, siendo imposible ganar, servirían para abrir caminos y para acumular fuerzas en el Estado más priista de la República. Que se desempeñaban con el mismo fervor con el que se apoyaban las luchas de los mineros de Sombrerete y Fresnillo o de los maestros, telefonistas, etc. Se trataba sobre todo de dar a conocer el programa de la Revolución Democrática para México.
Ya en el 82, con la adición de un variopinto conjunto de grupos de izquierda, el PCM, la más antigua agrupación política del México de esos días, entre las negociaciones y conflictos de rigor devendría Partido Socialista Unificado de México.
Fue ésta una etapa particularmente fructífera para la izquierda mexicana, ya que con dicha unificación quedarían en una sola organización tanto los abnegados militantes de siempre, como reconocidos dirigentes de movimientos sociales con liderazgo legitimo, y, asimismo, el núcleo más importante de pensadores políticos de izquierda que se haya en México congregado jamás, entre otros Rolando Cordera, Arnaldo Córdoba, Adolfo Sánchez Rebolledo, José Ayala Espino y un nutrido etcétera.
Poco después, en 1983, se integrará el compañero Cárdenas al comité central del PSUM, donde encontrará tanto a Iconos de la vieja guardia comunista, como Valentín Campa, Arnoldo Martínez Verdugo, Chon Pérez, Gilberto Rincón Gallardo y Gerardo Unzueta, como a los recién llegados Arturo Whaley, Antonio Gershenson y José Woldemberg, entre otros; tremendo trabuco político-intelectual de cuyas reuniones saldría, el dirigente provinciano, con todo un arsenal de vanguardistas propuestas y directrices.
Resultaría lo anterior un buen augurio, ya que tras de un lustro de candidaturas simbólicas llega por fin, en 1983, el compañero Raymundo, a su primer puesto de elección popular, de diputado al congreso local.
Así las cosas, en calidad de primer representante de izquierda en Zacatecas y miembro único de la bancada del PSUM, predicando aparentemente en el desierto se dispuso, el diputado Cárdenas, a presentar, asesorado por la intelectualidad en pleno del partido, propuestas para todo: desde la industrialización de la cera de candelilla hasta el fomento al turismo, consiguiendo así incidir, de manera importante, en la reforma de una institución política básica, que ha ido a partir de entonces cobrando o recobrando más y más importancia: el Municipio Libre, o Ayuntamiento.
Fue efectivamente el solitario diputado pesumista quien introdujera en los debates de la legislatura zacatecana la figura jurídica de los regidores de representación proporcional, y toda una serie de propuestas que se han ido a partir de entonces concretando, y que de mera entelequia han hecho del municipio un espacio relevante de la vida política nacional. Conseguirían también, el parlamentario pesumista, la apertura de las primeras rendijas legales en el avasallamiento del ejecutivo en los órganos electorales.
Ahora bien, cuando se encontraba el diputado Cárdenas tratando de trascender en el congreso del estado, lejos ya del polvo de los caminos, del sol calcinánte y de los mítines desairados, llegan de lo alto voces tutelares que le indican, en 1986, abandonar la curul e ir en pos de la gubernatura; o lo que era lo mismo, correr otra vez la legua de las campañas testimoniales para hacer camino al andar.
Así, mientras el candidato Cárdenas andaba de gira por caminos de herradura a bordo de arcaicos vehículos “chuecos”, y entre auditorios cada vez más significativos pero todavía pequeños; o aprovechando que el candidato priísta, Genaro Borrego, acostumbraba llegar tarde, para hablar ante sus “acarreados”, consideran distintas fuerzas de izquierda la posibilidad de caminar juntas hacia las elecciones del 88 y, consecuentemente, apenas salido del compromiso electoral, será el compañero Raymundo requerido en los cuarteles generales del partido, en el Distrito Federal.
Ahí, ya integrado a la dirección nacional interviene en las negociaciones entre los diversos grupos que darán origen al Partido Mexicano Socialista, de cuya Comisión Política, máximo órgano de dirección, formará parte el compañero Cárdenas Hernández.
No perdurará, con ese nombre y apellido, el Mexicano Socialista, ya que en plena campaña electoral decide su candidato, Heberto Castillo, de acuerdo con la dirigencia, renunciar a la candidatura en favor del abanderado del Frente Democrático Nacional, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano.
Al término de aquella contienda, cuyos resultados son aún motivo de polémica, el 5 de mayo de 1989, aparece en el horizonte el Partido de la Revolución Democrática, en cuya comisión organizadora en calidad de subsecretario, figuraría el experimentado político oposicionista zacatecano, Raymundo Cárdenas Hernández.
Ya en el PRD habrá el subsecretario de nadar a contracorriente, pues el indiscutido máximo dirigente de dicha organización, Cuauhtémoc Cárdenas, recelaba en extremo de los ex —comunistas, al grado de hacer destituir a Rincón Gallardo de la secretaría electoral y, por su cercanía con aquellos, a Muñoz Ledo de la de organización.
Con todo, guardando un precario equilibrio sobrevive el ya fogueado Raymundo en el aparato del partido y consigue, en la convención electoral de 91, figurar en las listas plurinominales, por lo que será diputado federal entre 1991 y 1994, lo que no impidió su participación, con cargos distintos, en el Comité Ejecutivo Nacional, durante las presidencias de Cuauhtémoc Cárdenas, Roberto Robles Garnica, Porfirio Muñoz Ledo y Andrés Manuel López Obrador.
Encontraremos así, en esa legislatura al diputado Cárdenas oponiéndose a la reformas salinistas del 27 constitucional, a la del 82, al tratado de libre comercio y a un dilatado etcétera; empero también presentando distintas iniciativas, concernientes sobre todo a la reforma del estado, mismas que, una tras otra, serán puntualmente desechadas. Al mismo tiempo, participó, en 1992 apoyando la campaña de Jaime Enríquez Félix para la gubernatura del estado.
Al término de su diputación continuará Raymundo en calidad de secretario de Relaciones Internacionales, Reforma del Estado, y Electoral del Comité Ejecutivo Nacional, por lo que en 1996, durante la presidencia de Porfirio Muñoz Ledo, formó parte de la mesa de negociación de la histórica reforma electoral de ese año, en la que mediante la creación de un Instituto Federal Electoral autónomo, se desplazó al poder ejecutivo de la organización y calificación de los comicios.
Ya en 1997, cuando el experimentado militante fungía como miembro del CEN, ocurriría que, para variar, los compañeros del cuarto distrito electoral de Zacatecas riñeron otra vez de manera irreconciliable, por lo que el proceso de selección se tuvo que anular y, por ende, apelando a la disciplina proverbial del compañero Raymundo, el presidente del partido, Andrés Manuel López Obrador, lo instruyó a registrase como candidato a diputado federal por el distrito en cuestión. Y como donde manda capitán, etcétera, he ahí otra vez a Raymundo, por esas veredas de Dios, en calidad de candidato testimonial. No todo sin embargo sería tiempo perdido, pues además de elevar la votación de su partido de un 8 al 20%, en esa campaña trabaría, el candidato perredista, una cercana relación con Ricardo Monreal quien también compitió para diputado.
Resultarla esta relación particularmente importante, pues una vez que buscara y no obtuviera, Monreal, la candidatura oficial, recurriría a sus amistades para que le abrieran las puertas del PRD y, posteriormente, con el infaltable Raymundo como parte de la coordinación de campaña, las del gobierno de Zacatecas.
Así, al tomar posesión el 8 de septiembre de 1998 el primer gobernador electo democráticamente en la historia de Zacatecas, encontramos al antiguo militante clandestino del PC despachando en la secretaria general de gobierno, posición en la que permanecería hasta febrero de 2000, en que luego de un proceso interno resulta primero candidato y luego senador por su estado natal; encargo durante el cual desempeñó seiss años la vicepresidencia del senado; elaboró el estatuto del servicio civil de carrera, que fue aprobado por ese Órgano; participó en la elaboración del pliego petitorio conocido como de the whole enchilada, que con el consenso de todos los partidos le fue en visita de estado, por el presidente Fox, presentado a su par norteamericano, George Bush, y cuya oportunidad y buena acogida auguraban su aprobación parcial o total por el congreso norteamericano, unos días antes de los ataques terroristas del 11 de septiembre del 2001.
Ya como senador, sus compañeros de corriente partidaria le proponen competir por la presidencia nacional del PRD, invitación que decide aceptar más que por la posibilidad de ganar, que es muy remota, por la de divulgar un discurso herético, que plantea la necesidad de modernizar el partido y, por ende, sacarlo de la órbita de un caudillo infalible; aunque también quizá por nostalgia de los buenos viejos tiempos de campañas testimoniales. De tal proceso resultará no candidato a presidente, sino a secretario general, posición a la que accede por unos meses y de la cual se retirará una vez que con mano quirúrgica restaña algunas heridas, producto de las estocadas propias de las luchas internas.
Al término del mandato de Ricardo Monreal en el gobierno del estado, en 2004, Raymundo Cárdenas dio una muestra más de congruencia con los principios de la izquierda más consecuente, y jugó un papel relevante para abrir el camino de Amalia García a la candidatura del PRD a la gubernatura.
Al término de su mandato de Senador, en 2006, participa en las elecciones internas de su partido y en las constitucionales para ser electo Diputado Federal a la LX Legislatura, en la que se desempeñó como presidente de la comisión de puntos constitucionales, en donde puso en juego su oficio como parlamentario para lograr los consensos necesarios para aprobar reformas a un tercio de los artículos de la Constitución General de la República. También contribuyó al trabajo en equipo de todos los legisladores con la Gobernadora Amalia García para lograr los presupuestos federales más importantes de la historia para el estado de Zacatecas.
Un militante como Raymundo Cárdenas no podía faltar en las históricas jornadas del primero de septiembre y de diciembre de 2006, en las que Vicente Fox tuvo que entregar su informe en el vestíbulo de San Lázaro, y Felipe Calderón entró por la puerta de atrás para rendir atropelladamente su protesta de ley. Tampoco faltó su presencia en las trincheras de las batallas para evitar la privatización petrolera intentada por Calderón.
Como vemos, Raymundo Cárdenas Hernández es un político en plena madurez que ha dado testimonio de su vocación de servicio y de su capacidad para llegar a acuerdos en beneficio de las mayorías, pero también para encabezar las luchas que han sido necesarias para defender sus principios y los derechos de la gente. Es una persona con carácter y capacidad de liderazgo, que ha formado una familia estable y solidaria.
Zacatecas Zac. junio de 2009.
El 3 de febrero de 1950, en Colonia Felipe Ángeles, antes Cerro Prieto, municipio de Villanueva, Zacatecas, nació el quinto hijo de don J. Cruz Cárdenas García, un antiguo trabajador migratorio que de regreso en su tierra se hizo comerciante, y su señora esposa, doña Esperanza Hernández Muro, naturales de Monte de los García, y los Rodarte, municipio de Jerez.
Al nacer Raymundo, eran los días de aparente calma de la revolución institucionalizada, en los que un sonriente y corrupto Miguel Alemán gobernaba el país, y el cacique Leobardo Reynoso hacía lo propio en el estado. Tras los escaparates de dinámica modernidad de aquel régimen bullía, sin embargo, un larvado descontento, que emergía aquí y allá en las huelgas de los mineros de Coahuila; en la agrupación de los viejos revolucionarios aún actuantes en torno del general Henríquez Guzmán; o la súbita irrupción de la revista Presente, al que el gobierno respondía con los métodos consabidos de cooptación y represión.
En el ámbito estatal, aunque menos feroz que el de su sagrado compadre de San Luis Potosí, el tristemente célebre Alazán Tostado, Gonzalo N. Santos, no dejaba el Reynosismo de infligir a la población una cotidiana cuota de agravios, que si bien desarticuladamente se expresaban ora en la candidatura independiente de un viejo general Contreras; ora en la súbita irrupción de una Coalición Nacional Revolucionaria, y en un sin fin de incidentes menores.
Fue por lo anterior que hubo don Cruz, tras varios meses en la cárcel por simpatizar con dicha coalición, de mudarse con su familia a la capital del Estado, donde era menos vulnerable a los amagos del siniestro Chema Corvera, jefe de las temibles “comisiones” de la policía judicial.
Ya en Zacatecas ingresará Raymundo al Colegio Sebastián Cabot, de las monjas del Sagrado Corazón, donde terminará la instrucción primaria con todos los honores, por lo que su primer impulso, luego de más de un lustro de adoctrinamiento, fue ingresar al seminario; un alarmado don Cruz, sin embargo, disuadiría a Raymundo de iniciar el camino de la santidad inducida.
Con un lejano fondo musical de los Beatles y los Rolling Stones, entre las aulas ruinosas del edificio principal del Instituto de Ciencias Autónomo de Zacatecas, y el viejo patio habilitado como cancha cursaría el joven Cárdenas la secundaria y la preparatoria, antes de ingresar a la Escuela de Ciencias Químicas.
Eran los días de celebración permanente del “milagro mexicano”, en que el presidente Díaz Ordaz y su implacable secretario de gobernación, Luis Echeverría, imponían por el terror, y donde ponían el ojo ponían “judas”, “madrinas”, granaderos y demás fauna homicida; modus operandi que, como es sabido, culminaría el 2 de octubre de 1968.
En un Instituto de Ciencias (ICAZ) que por la sola voluntad de un gobernador devendría Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ), donde la resonancia de una planetaria rebelión estudiantil, con trágico saldo en México, no llegará sino a través de oficialistas ideólogos televisivos, no sería de extrañar que entre las canchas y las aulas, el estudiante destacado y seleccionado estatal de básquetbol, como la mayoría de sus compañeros, más allá del desaire a una invitación de ingreso al Partido Revolucionario Institucional, no diera mayores muestras de disidencia.
Con una vaga identidad anti-priísta participaría en la política estudiantil, más que a favor del “Picorro” de la Torre, candidato a la presidencia de la Federación de Estudiantes Universitarios de Zacatecas (FEUZ), en contra de Eduardo Rodríguez Acevedo, hijo de quien era percibido como el sucesor de Reynoso en el cacicazgo regional, el ya ex-gobernador José Rodríguez Elías, y en esa calidad seria presidente de la Sociedad de Alumnos de la Escuela de Ciencias Químicas, de la Universidad Autónoma de Zacatecas.
En el ínter, con la irrupción del movimiento estudiantil del 68 y sus derivados, el viejo modelo educativo del Instituto de Ciencias moriría de muerte natural, y hete ahí “cardenitas” como le decían sus amigos, formando parte del movimiento de Reforma Universitaria, en 1972, auspiciado por el rector Magdaleno Varela Luján.
No sería sin embargo hasta ser estudiante de posgrado en la Universidad Nacional Autónoma de México, que entraría el recién graduado en contacto con la izquierda universitaria, primero, y el Partido Comunista Mexicano, inmediatamente después.
Efectivamente, habiendo el becario provinciano ido a parar a un ambiente de intensa discusión política entre heterodoxa y disidente, como era aquel campus de la UNAM, su regreso al alma mater fue en calidad de docente, pero también en la de militante del PC, además de deportista destacado, y en esa calidad fundó el departamento de promoción deportiva de la UAZ y llevó a la selección de Basquetbol de Zacatecas al campeonato nacional.
En esas condiciones tornaría a Zacatecas el camarada Raymundo, con la encomienda de promover la sindicalización de los trabajadores de la universidad. Otros actores políticos harían mientras tanto lo propio y, para bien o para mal, tendría el compañero (para los profanos) que contemporizar con los mismos. Por buenas y malas razones la sola mención del PC suscitaba recelos aun dentro de la izquierda, y ya no digamos fuera de ella, por lo que hubo, el nuevo camarada, de mantener su militancia en la discreción.
Resultaría su inserción de lo más oportuna, ya que uno de los saldos del 68 fue la súbita y heterodoxa politización de instituciones como la Universidad Autónoma de Zacatecas, donde los elementos del viejo orden se encontraban a la defensiva, o bien trataban de adaptarse a la nueva situación.
No por oportuna sería la labor menos ingrata, pues había no solo que lidiar con profesores correcta y sobre todo incorrectamente auto-considerados “catedráticos” y, por ende, parte de una aristocracia espiritual en absoluto sindicalizable, sino con diversos elementos de supuesta o real izquierda, que aunque de manera menos decidida y articulada, con sectarismo similar, desarrollaban un trabajo paralelo.
Pronto, sin embargo, los elementos del Frente Popular, atendiendo una velada convocatoria del gobierno de Echeverría, en efímera alianza con el Partido Comunista se sumarían a la política de reparto agrario del régimen, despejando así el camino del Compañero Raymundo, quien en breve conseguiría atraer a su proyecto a un número de maestros del FPZ suficiente para firmar, con el rector Díaz Casas, un contrato colectivo de trabajo, siendo él mismo el primer secretario general.
Este logro indiscutible sería empero en lo inmediato desvirtuado, pues actuaría como catalizador entre el elemento reaccionario, que actuando en sintonía con sus pares del Cono Sur pasaría a la ofensiva mediante un golpe de fuerza que, el 10 de Enero de 1977, intentaba deponer al rector y expulsar a los más connotados dirigentes universitarios, ya que de acuerdo con su análisis del momento histórico, basado en la llamada Ley del Péndulo, el régimen de Echeverría había sido de izquierda, y por lo tanto el recién llegado, de López Portillo, sería forzosamente de derecha, lo que lo hacía, según ese análisis, un aliado formidable de su propia causa.
No resultarían, sin embargo, los criterios abrevados en la revista Impacto, que era el órgano teórico de la llamada Alianza Universitaria, tan del todo afortunados, ya que para el gobierno de López Portillo, que pretendía mediante una reforma política robustecer su exigua legitimidad, resultaría aquel intento golpista, sumamente inoportuno.
Las cosas así, a partir de los primeros días de enero del 77 encontramos al flamante Secretario General del SPAUAZ organizando marchas, plantones y mítines; acudiendo a negociaciones a la Secretaria de Gobernación en la ciudad de México; asistiendo a innumerables e interminables reuniones, etcétera, hasta que luego de cinco meses de activa resistencia consiguieran, las fuerzas aglutinadas en torno a Díaz Casas, reinstalar a éste en la Rectoría.
A directa consecuencia de la intentona golpista contra el rector pasaría Raymundo de la secretaria general del sindicato a la dirección de la escuela de ciencias químicas, a la que sometió a un proceso refundacional basado en la formación de profesores de calidad; casi al mismo tiempo, los dirigentes históricos del comunismo zacatecano, Chon Castro y Emilio Alcalá, deciden promoverlo como dirigente estatal del Partido Comunista Mexicano.
Eran los días en que producto de la reforma política concebida por el secretario de gobernación, Jesús Reyes Heroles, se promulgaba La Ley de Organizaciones y Procedimientos Políticos y Electorales, que tornaba menos imposible el registro de partidos y su participación en elecciones, y a cuya convocatoria, no sin un intenso debate, había el PCM decidido acudir.
Y comienza ahí para Raymundo, como para el resto del no excesivo número de cuadros del PC, la abnegada ronda de las candidaturas y campañas testimoniales. Eran candidaturas asumidas con la conciencia clara de que, siendo imposible ganar, servirían para abrir caminos y para acumular fuerzas en el Estado más priista de la República. Que se desempeñaban con el mismo fervor con el que se apoyaban las luchas de los mineros de Sombrerete y Fresnillo o de los maestros, telefonistas, etc. Se trataba sobre todo de dar a conocer el programa de la Revolución Democrática para México.
Ya en el 82, con la adición de un variopinto conjunto de grupos de izquierda, el PCM, la más antigua agrupación política del México de esos días, entre las negociaciones y conflictos de rigor devendría Partido Socialista Unificado de México.
Fue ésta una etapa particularmente fructífera para la izquierda mexicana, ya que con dicha unificación quedarían en una sola organización tanto los abnegados militantes de siempre, como reconocidos dirigentes de movimientos sociales con liderazgo legitimo, y, asimismo, el núcleo más importante de pensadores políticos de izquierda que se haya en México congregado jamás, entre otros Rolando Cordera, Arnaldo Córdoba, Adolfo Sánchez Rebolledo, José Ayala Espino y un nutrido etcétera.
Poco después, en 1983, se integrará el compañero Cárdenas al comité central del PSUM, donde encontrará tanto a Iconos de la vieja guardia comunista, como Valentín Campa, Arnoldo Martínez Verdugo, Chon Pérez, Gilberto Rincón Gallardo y Gerardo Unzueta, como a los recién llegados Arturo Whaley, Antonio Gershenson y José Woldemberg, entre otros; tremendo trabuco político-intelectual de cuyas reuniones saldría, el dirigente provinciano, con todo un arsenal de vanguardistas propuestas y directrices.
Resultaría lo anterior un buen augurio, ya que tras de un lustro de candidaturas simbólicas llega por fin, en 1983, el compañero Raymundo, a su primer puesto de elección popular, de diputado al congreso local.
Así las cosas, en calidad de primer representante de izquierda en Zacatecas y miembro único de la bancada del PSUM, predicando aparentemente en el desierto se dispuso, el diputado Cárdenas, a presentar, asesorado por la intelectualidad en pleno del partido, propuestas para todo: desde la industrialización de la cera de candelilla hasta el fomento al turismo, consiguiendo así incidir, de manera importante, en la reforma de una institución política básica, que ha ido a partir de entonces cobrando o recobrando más y más importancia: el Municipio Libre, o Ayuntamiento.
Fue efectivamente el solitario diputado pesumista quien introdujera en los debates de la legislatura zacatecana la figura jurídica de los regidores de representación proporcional, y toda una serie de propuestas que se han ido a partir de entonces concretando, y que de mera entelequia han hecho del municipio un espacio relevante de la vida política nacional. Conseguirían también, el parlamentario pesumista, la apertura de las primeras rendijas legales en el avasallamiento del ejecutivo en los órganos electorales.
Ahora bien, cuando se encontraba el diputado Cárdenas tratando de trascender en el congreso del estado, lejos ya del polvo de los caminos, del sol calcinánte y de los mítines desairados, llegan de lo alto voces tutelares que le indican, en 1986, abandonar la curul e ir en pos de la gubernatura; o lo que era lo mismo, correr otra vez la legua de las campañas testimoniales para hacer camino al andar.
Así, mientras el candidato Cárdenas andaba de gira por caminos de herradura a bordo de arcaicos vehículos “chuecos”, y entre auditorios cada vez más significativos pero todavía pequeños; o aprovechando que el candidato priísta, Genaro Borrego, acostumbraba llegar tarde, para hablar ante sus “acarreados”, consideran distintas fuerzas de izquierda la posibilidad de caminar juntas hacia las elecciones del 88 y, consecuentemente, apenas salido del compromiso electoral, será el compañero Raymundo requerido en los cuarteles generales del partido, en el Distrito Federal.
Ahí, ya integrado a la dirección nacional interviene en las negociaciones entre los diversos grupos que darán origen al Partido Mexicano Socialista, de cuya Comisión Política, máximo órgano de dirección, formará parte el compañero Cárdenas Hernández.
No perdurará, con ese nombre y apellido, el Mexicano Socialista, ya que en plena campaña electoral decide su candidato, Heberto Castillo, de acuerdo con la dirigencia, renunciar a la candidatura en favor del abanderado del Frente Democrático Nacional, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano.
Al término de aquella contienda, cuyos resultados son aún motivo de polémica, el 5 de mayo de 1989, aparece en el horizonte el Partido de la Revolución Democrática, en cuya comisión organizadora en calidad de subsecretario, figuraría el experimentado político oposicionista zacatecano, Raymundo Cárdenas Hernández.
Ya en el PRD habrá el subsecretario de nadar a contracorriente, pues el indiscutido máximo dirigente de dicha organización, Cuauhtémoc Cárdenas, recelaba en extremo de los ex —comunistas, al grado de hacer destituir a Rincón Gallardo de la secretaría electoral y, por su cercanía con aquellos, a Muñoz Ledo de la de organización.
Con todo, guardando un precario equilibrio sobrevive el ya fogueado Raymundo en el aparato del partido y consigue, en la convención electoral de 91, figurar en las listas plurinominales, por lo que será diputado federal entre 1991 y 1994, lo que no impidió su participación, con cargos distintos, en el Comité Ejecutivo Nacional, durante las presidencias de Cuauhtémoc Cárdenas, Roberto Robles Garnica, Porfirio Muñoz Ledo y Andrés Manuel López Obrador.
Encontraremos así, en esa legislatura al diputado Cárdenas oponiéndose a la reformas salinistas del 27 constitucional, a la del 82, al tratado de libre comercio y a un dilatado etcétera; empero también presentando distintas iniciativas, concernientes sobre todo a la reforma del estado, mismas que, una tras otra, serán puntualmente desechadas. Al mismo tiempo, participó, en 1992 apoyando la campaña de Jaime Enríquez Félix para la gubernatura del estado.
Al término de su diputación continuará Raymundo en calidad de secretario de Relaciones Internacionales, Reforma del Estado, y Electoral del Comité Ejecutivo Nacional, por lo que en 1996, durante la presidencia de Porfirio Muñoz Ledo, formó parte de la mesa de negociación de la histórica reforma electoral de ese año, en la que mediante la creación de un Instituto Federal Electoral autónomo, se desplazó al poder ejecutivo de la organización y calificación de los comicios.
Ya en 1997, cuando el experimentado militante fungía como miembro del CEN, ocurriría que, para variar, los compañeros del cuarto distrito electoral de Zacatecas riñeron otra vez de manera irreconciliable, por lo que el proceso de selección se tuvo que anular y, por ende, apelando a la disciplina proverbial del compañero Raymundo, el presidente del partido, Andrés Manuel López Obrador, lo instruyó a registrase como candidato a diputado federal por el distrito en cuestión. Y como donde manda capitán, etcétera, he ahí otra vez a Raymundo, por esas veredas de Dios, en calidad de candidato testimonial. No todo sin embargo sería tiempo perdido, pues además de elevar la votación de su partido de un 8 al 20%, en esa campaña trabaría, el candidato perredista, una cercana relación con Ricardo Monreal quien también compitió para diputado.
Resultarla esta relación particularmente importante, pues una vez que buscara y no obtuviera, Monreal, la candidatura oficial, recurriría a sus amistades para que le abrieran las puertas del PRD y, posteriormente, con el infaltable Raymundo como parte de la coordinación de campaña, las del gobierno de Zacatecas.
Así, al tomar posesión el 8 de septiembre de 1998 el primer gobernador electo democráticamente en la historia de Zacatecas, encontramos al antiguo militante clandestino del PC despachando en la secretaria general de gobierno, posición en la que permanecería hasta febrero de 2000, en que luego de un proceso interno resulta primero candidato y luego senador por su estado natal; encargo durante el cual desempeñó seiss años la vicepresidencia del senado; elaboró el estatuto del servicio civil de carrera, que fue aprobado por ese Órgano; participó en la elaboración del pliego petitorio conocido como de the whole enchilada, que con el consenso de todos los partidos le fue en visita de estado, por el presidente Fox, presentado a su par norteamericano, George Bush, y cuya oportunidad y buena acogida auguraban su aprobación parcial o total por el congreso norteamericano, unos días antes de los ataques terroristas del 11 de septiembre del 2001.
Ya como senador, sus compañeros de corriente partidaria le proponen competir por la presidencia nacional del PRD, invitación que decide aceptar más que por la posibilidad de ganar, que es muy remota, por la de divulgar un discurso herético, que plantea la necesidad de modernizar el partido y, por ende, sacarlo de la órbita de un caudillo infalible; aunque también quizá por nostalgia de los buenos viejos tiempos de campañas testimoniales. De tal proceso resultará no candidato a presidente, sino a secretario general, posición a la que accede por unos meses y de la cual se retirará una vez que con mano quirúrgica restaña algunas heridas, producto de las estocadas propias de las luchas internas.
Al término del mandato de Ricardo Monreal en el gobierno del estado, en 2004, Raymundo Cárdenas dio una muestra más de congruencia con los principios de la izquierda más consecuente, y jugó un papel relevante para abrir el camino de Amalia García a la candidatura del PRD a la gubernatura.
Al término de su mandato de Senador, en 2006, participa en las elecciones internas de su partido y en las constitucionales para ser electo Diputado Federal a la LX Legislatura, en la que se desempeñó como presidente de la comisión de puntos constitucionales, en donde puso en juego su oficio como parlamentario para lograr los consensos necesarios para aprobar reformas a un tercio de los artículos de la Constitución General de la República. También contribuyó al trabajo en equipo de todos los legisladores con la Gobernadora Amalia García para lograr los presupuestos federales más importantes de la historia para el estado de Zacatecas.
Un militante como Raymundo Cárdenas no podía faltar en las históricas jornadas del primero de septiembre y de diciembre de 2006, en las que Vicente Fox tuvo que entregar su informe en el vestíbulo de San Lázaro, y Felipe Calderón entró por la puerta de atrás para rendir atropelladamente su protesta de ley. Tampoco faltó su presencia en las trincheras de las batallas para evitar la privatización petrolera intentada por Calderón.
Como vemos, Raymundo Cárdenas Hernández es un político en plena madurez que ha dado testimonio de su vocación de servicio y de su capacidad para llegar a acuerdos en beneficio de las mayorías, pero también para encabezar las luchas que han sido necesarias para defender sus principios y los derechos de la gente. Es una persona con carácter y capacidad de liderazgo, que ha formado una familia estable y solidaria.
Zacatecas Zac. junio de 2009.
ya eta en el pri por que la gover pechocha no lo quizo
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