sábado, 24 de abril de 2010

DE POLÍTICA Y POLÍTICOS







A JOAQUÍN Y A FELIPE LE SOBRAN LOS MOTIVOS
Por Francisco Solís Peón
- Oye Felipe, ¿y esta madre que dice “Mandrágora”?
- Ponla, no te vas arrepentir.
Corría el año de 1985 y el único acceso que tenían los estudiantes pobres de la capital al rock en español era a través de cassettes piratas, que reproducían grabadoras baratas, para amenizar reventones improvisados.
Estábamos en un minúsculo departamento sobre eje central a la altura de la Colonia Postal y el dueño, un estudiante de Derecho llamado Felipe Calderón Hinojosa, insistía en que escucháramos una rola llamada “Calle Melancolía” de un español más bien desconocido. Fue así como un servidor, entre otros integrantes de las juventudes panistas, ingresamos a la “dimensión sabiniana” sin poder salir jamás.
Con todo, estos personajes sólo comparten una innata rebeldía, así lo demuestra su ingreso a la Historia por caminos muy distintos lo cual es fácilmente explicable por su formación y sus circunstancias personales, no es de extrañarnos pues que temas como la legalización de las drogas y el combate al narcotráfico sean abordados desde perspectivas completamente distintas. El rockero nómada en la España de los estertores de Franco, donde la libertad era todavía una aspiración, la democracia un sueño y la represión una patente realidad, al grado que fumarse un porro podía costar un par de años en la cárcel.
El muchacho brillante, proveniente de una familia conservadora y de oposición, con una ferviente práctica de la religión católica, educado por los maristas en el Michoacán de los ochenta, la tierra de los fraudes electorales en las ciudades tradicionales que repudiaban un gobierno corrupto y entregado totalmente al narcotráfico. Pocos recuerdan que en los tiempos de Miguel de la Madrid este país hacía agua por todos lados, y Michoacán era una tierra pobre atrapada entre los introductores de cocaína establecidos en Jalisco y los productores de mariguana de Guerrero.
Pero este asunto trasciende a dos grandes hombres perseguidos por sus fantasmas, por un lado tenemos al gobernante que persigue sus convicciones (de suyo eso ya es digno de admiración en cualquier político) e intenta convertir su sueño de juventud en realidad, en contraparte está el artista genial cuya apuesta de cambiar al mundo radica precisamente en lo contrario, en convertir la realidad en sueños y preferentemente en fantasías colectivas.
Uno ve a la humanidad e imagina, el otro mira a su país y le duele; a ambos, a los dos les sobran los motivos para ser como son.
La obra musical y poética de Sabina se encuentra plagada de antihéroes: “El hombre del traje gris”, “Princesa”, “Juana la loca”, “Barbie súperstar”, etc… Por supuesto que ninguno podría compararse eventualmente a “Felipe”, el muchacho rebelde que soñaba con cambiar a su pobre nación, que logró ser Presidente de la República, que sí pudo cambiar a México pero no a los mexicanos… ¡Esa es toda tuya narizón de oro!

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