domingo, 13 de junio de 2010

¿López Obrador está muerto?

Su historia es la de todos en México. No le dieron el gobierno de Tabasco y pasó a ser un opositor formidable
Por: René Avilés Fabila
AMLO, entre sus frases supuestamente agudas, solía decirle a los reporteros que lo seguían: “Denme por muerto”. Así lo hacía por dos razones: trataba de ser ingenioso y evitaba ser cuestionado. López Obrador sigue una táctica que no le ha fallado: operación hormiga, silenciosamente, con sus más leales partidarios, visita municipios, comunidades olvidadas y hace proselitismo. Se mueve con cautela, recursos sospechosos, pero sin reposo. Tiene en el PT, por ahora, a un organismo servil; el otro, el PRD, aunque está dividido, no son pocos los que siguen viéndolo como un poder real. Lo es en un país sin políticos de talla y sin partidos eficaces, dueños de proyectos ideológicos y propuestas de nación avanzadas.
AMLO, para recordarnos que está vivo y no lo demos por muerto, hace cada tanto, declaraciones que permiten ver su inconsistencia política. Ni siquiera en sus aversiones es sólido. Hace un par de días se sumó tácticamente a la lucha del PAN y del PRD contra el PRI. Hay que vencerlo. Cuando vi a este peculiar personaje por vez primera, estaba yo formándome como profesor en la UNAM, en la Facultad de Ciencias Políticas. Él batallaba para evitar más reprobaciones. Su priismo era denso y sin duda real. Pero su historia es la de todos en México. No le dieron el gobierno de Tabasco y pasó a ser un opositor formidable, con más carisma y mayor audacia que su maestro (y también mío) Enrique González Pedrero, quien contribuyó a inventarlo. Del partido madre y padre, como ya es usual, buscó en otro organismo lo que el soberbio PRI le negaba. Fue derrotado. Luego, merced a las trampas del PRD, se vio ungido como jefe de gobierno del gran escaparate que es el DF. Aquí, en medio de ingenuos, se hizo peso completo y estuvo a punto de ganar la presidencia de México. La furia y resentimiento del fracaso se hicieron sentir y se exhibió como un rencoroso mayúsculo. Tomó calles y se proclamó, como parodia de Napoleón, presidente legítimo. Aquello fue ridículo, grotesco, no para sus partidarios, entonces varios millones, pero sí para miles de mexicanos. Coronado no por Josefina sino por Jesusa, formó un gabinete aún más demencial y le declaró la guerra a Calderón, el usurpador. La mafia que le arrebató el poder eran PAN, PRI y neoliberalismo.
El PRI se recuperó milagrosamente a causa de los errores de sus dos enemigos, hoy luce poderoso y hasta dos o tres candidatos presidenciables tiene. Del otro lado, pocas cosas han sido tan criticadas como la santa alianza entre dos partidos opuestos que intercambiaron insultos durante tres años. AMLO guardó cierto silencio que ha roto. Se suma al combate desatado por Calderón y Nava contra “los caciques”. En la declaratoria, acompañado por intelectuales como Lorenzo Meyer y Elena Poniatowska, pidió no culpar al presidente Calderón ni al PAN por la mala situación de México (¡!). Es decir, Felipe es legítimo y la mafia que lo despojó está en el PRI y algo peor, la economía va mal por su culpa. Para colmo, metió en el mismo saco al PRI, Televisa, Elba Esther Gordillo y a los corruptos, como si Bejarano, El Pino, Greg o Barrales fueran priistas. En verdad os digo, el Peje ya alucina grueso.
No hay muchos resultados que esperar. En ningún escenario y en ninguna encuesta, el PRI desaparece del mapa político. Es más fácil que el PRD lo haga, aplastado en lo nacional por el PRI y en el DF por el PAN. ¿Será el inicio del sueño conservador del bipartidismo?
Que la izquierda mexicana ha muerto o nace apenas en algún pesebre es cierto. Pero si México desea una auténtica democracia, pluralidad y una ruta inteligente, avanzada, tendrá dos tareas: acabar con el actual sistema de partidos y crear nuevas fuerzas político-sociales que logren comprender lo que Morelos llamaba los Sentimientos de la Nación.

René Avilés Fabila, Escritor y periodista, www.reneavilesfabila.com.mx

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