jueves, 8 de abril de 2010

ARTÍCULO PERIODÍSTICO

¿QUIEN TIENE LA CULPA?
Por José G. Hernández Piña
Hoy los Zacatecanos ya tenemos todas las cartas sobre la mesa electoral, contamos con todos los nombres de los que contenderán por ganar el máximo puesto de elección popular en el estado, los aspirantes a suceder a la Gobernadora Amalia D. García Medina, y tomar las riendas de un Estado con serios problemas y grandes rezagos en todos los sectores. Cuatro candidatos de distintos orígenes y distintos sectores de acción, cada uno de ellos tiene retos diferentes, plataformas distintas y un solo objetivo, convencer a los ciudadanos de que su propuesta de gobierno es la mejor, y por supuesto no será tarea fácil para ninguno. La labor de convencimiento será dura, en primer lugar porque existe un cansancio generalizado dentro del electorado, al no sentirse representados ni escuchados por aquellos que fueron a pedir su confianza y voto a cambio de respuestas y acciones prontas y concretas, en segundo lugar por el desinterés latente en la ciudadanía, que prefiere mantenerse al margen y no participar, auto negándose el derecho de ser partícipe de las decisiones que impactan su entorno.

Cuando ha pasado el entusiasmo de un proceso electoral, solo quedan en el recuerdo algunos hechos sobresalientes y polémicos, que mantuvieron por varios días la atención de los miles de ciudadanos que conformamos el padrón electoral, así mismo quedan gravados en nuestra memoria los resultados de la contienda. Debido a que cada uno ve las cosas a su manera, son más los que no quedan conformes con los resultados que quienes lo aprueban. Casi siempre tendemos a tener una actitud crítica cuando los resultados no nos favorecen, pensamos en los favoritismos de las autoridades de vigilancia y hablamos de la falta de imparcialidad en el proceso, aunque ciertamente en nuestro país, no podemos presumir de la eficacia de nuestro sistema electoral, con mayor razón si damos una mirada al pasado, pero jamás ponemos en tela de juicio la capacidad de los principales actores en una elección.

Tras la jornada electoral, dentro de esos factores que propiciaron la derrota, nunca damos la responsabilidad en el resultado al candidato, que en muchas ocasiones es la principal causa del mismo, dado que no son los mejores. En la vida diaria tenemos la costumbre de echarle la culpa a alguien por lo que nos pasa. Pocas veces asumimos la responsabilidad por lo que nos sucede y usamos frases como estas “no es justo” “es una injusticia”. Nunca decimos que nuestra derrota, fue por la falta de capacidad para enfrentar la tarea de una campaña. Jamás cuestionamos los errores, sencillamente buscamos un culpable, y así como en los deportes, en lo electoral, siempre termina siendo el que arbitra la contienda. Nos falta muchísima madures política y electoral, como pueblo no participamos, sea por falta de interés o compromiso, o bien porque no tenemos confianza, pero como sociedad en conjunto, seguimos siendo inmaduros, y claro nuestros actores políticos también, y por si esto no fuera suficiente, no fomentan el crecimiento de la sociedad en estos asuntos.

El fracaso electoral, por ende, es consecuencia del poco involucramiento social de los candidatos, que parecen no darse cuenta que a la ciudadanía no le interesan las palabras bonitas ni una sonrisa agradable. La imagen del candidato ciertamente juega un papel importantísimo, ni que decir de su lenguaje corporal o las obligadas capacidades oratorias, pero hoy día, lo más importante, es la capacidad de convencimiento. Por ello me tomo el atrevimiento de sugerirles señores candidatos, Miguel Alonso Reyes, Antonio Mejía Haro, Cuauhtémoc Calderón Galván y David Monreal Ávila, que antes de comenzar con sus actividades proselitistas, saquen del closet sus gafas oscuras, la ropa deportiva y tomen una gorra sin propaganda, y así, de incognito salgan a recorrer las calles, visiten las colonias, las comunidades y den un ligero recorrido por el Estado que anhelan gobernar, ya que en campaña ciertamente vera la problemática que vive, pero ante el ambiente eufórico que otorgan los eventos proselitistas, muchos de ellos quedan opacados, los simpatizantes y curiosos nos volcamos sobre ustedes ya bien para extenderles la mano o para emitir alguna que otra petición, pero si observan sin multitudes, sin elogios o reclamos, se darán cuenta de qué forma pueden lograr acercarse más a la ciudadanía, ya que muchas veces los equipos de campaña preparan un escenario irreal para el candidato con la finalidad de que el evento le sea placentero y se retire satisfecho de su visita.

Así mismo, la ciudadanía en ocasiones no se abre ante las figuras públicas como es su caso, no se sienten identificados y permanecen herméticos, casi indiferentes ante ustedes, impidiéndoles contemplar a plenitud lo que piensan y anhelan esos cientos de miles que se mantienen al margen, mi intención señores candidatos no es mostrarles los problemas del estado que ya de sobra conocen, y están al tanto de los niveles de desempleo, de marginación, de salud entre un larga lista de asuntos que tratarar dentro de su plan de trabajo, mi propósito es recomendar una forma de acercarse a la gente y facilitarles su ardua tarea de convencimiento, ya que los números son fríos y reveladores, pero mudos y ciegos, la realidad en la mayoría de los casos es desgarradora, y nos permite comprender el desanimo y desinterés de los que se sienten olvidados, que aunque no lo estén, por las condiciones que los rodean, los esfuerzos no impactan adecuadamente, ya que para transfórmales sus condiciones se necesitan medidas a muy largo plazo, no acciones planificadas a trienios o sexenios, se puede aligerarles la carga, pero el peso del lastre no permite que avancen al mismo ritmo.

No se trata de sensibilizar los discursos ni humanizar las acciones, si no de motivar a esos cientos de miles, a participar en los procesos de transformación, que no se hagan a un lado por desinterés o cansancio, que se identifiquen con el funcionario y no lo vean como un extraño, es necesario que se conviertan en un aliado y no en la solución, ya que el esfuerzo de uno solo no genera el cambio que la sociedad requiere, la transformación sostenida y vigorosa solo se consigue con el esfuerzo de todos, con la sociedad consiente que solo a través de la participación constante vera un impacto en su entorno, que el aislarse solo genera olvido. Aprovechen e inviertan en perderse entre la gente, escuchando sin prometer ni comprometer, solo analizando la mejor forma de entablar el diálogo con los ciudadanos desinteresados, que ya en números fríos, comienzan a formar una preocupante mayoría. Espero que mi sugerencia les sirva, el ser escuchados están en sus manos. Maduremos juntos, ya que solamente en conjunto se logran verdaderos avances, como sociedad necesitamos de su ejemplo, porque es preciso responsabilizarse de los triunfos y fracasos, y no buscar quien tiene la culpa, ya que eso solo debilita nuestras instituciones, y nos impide tener gobernabilidad.

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